¿Cómo aprender a lo grande?

Stand Out Program

Lo sé, sé que a veces nos metemos en la boca del lobo y después nos quejamos de las consecuencias. Sé que muchas veces nos arriesgamos sin realmente calcular lo que dolerán los fallos. Sé que a veces nos lanzamos al vacío con un paracaídas de dudosa procedencia, pero ¿cómo si no aprender a lo grande?

 

BUSCANDO EL RIESGO

Eran realmente mis inicios, mi experiencia en aula de formación era realmente limitada pero creo que siempre he pecado de ese punto de inconsciencia que te hace meterte en proyectos grandes en los que hay muchos aspectos imprevistos. En aquel caso yo no era consciente de esa “inconsciencia”, porque había estado en la base del proyecto y sabía el significado mismo de cada una de las actividades que había planificadas para aquella clase.

Se trataba de un grupo de mandos intermedios que trabajaban en el mismo lugar, una gran empresa del sector automoción. El curso duraba cerca de un mes, un total de 160 horas en las que trabajábamos de forma muy experiencial el liderazgo que ejercían en la empresa, sus habilidades para comunicarse, transmitir proyectos, para gestionar sus equipos, la delegación, motivación, toma de decisiones y otras muchas temáticas. ¡Y es que un mes de trabajo intensivo, daba para mucho!

Y bueno, llevábamos ya alguna que otra hora de trabajo como para que me atreviese con aquella proposición. Mi jefe me dijo:

– Mañana por la tarde tengo una reunión importante, ¿te atreves a llevar sola el grupo?

– Por supuesto, sin ningún problema. Me repasaré las actividades y el trabajo a realizar y si tengo dudas te planteo.

Y como no tuve dudas, no fue necesario ni llamarle.

 

SOLA ANTE EL PELIGRO

Llegó aquella tarde y empezamos con una actividad. Tenía en clase 12 alumnos de la edad de mi padre (y yo sola ante el peligro). La dinámica fue avanzando hasta que en un momento determinado, sin darme cuenta, me encontré dialogando con uno de ellos. Pero no un diálogo tranquilo en la máquina de café sino ese tipo de diálogo en el que cada uno defiende y defiende su postura con más y más fuerza. Pasados unos minutos, cuando él se quedaba sin argumentos (yo todavía tenía guardado alguno en la recámara…) fue a tocar la parte que más me podía doler: puso en duda mi profesionalidad y mi capacidad de poder manejarme con un grupo así. Y ahí mis argumentos cambiaron por emociones, por una sensación que me subía desde el pecho hacia los ojos, una sensación que estaba a punto de convertirse en lágrimas…

Afortunadamente era casi el momento de pausa para el café. Esa se convirtió en la “pausa” más fantástica que recuerdo en una clase. Salí de la clase con mi media sonrisa todavía dibujada y me fui discreta pero rápidamente al baño. Y allí lloré, lloré y lloré, los 5 minutos de pausa. Después me limpié las lágrimas y volví a clase, seguro que con los ojos rojos pero vistiendo una sonrisa y con la seguridad de aquello sería un aprendizaje que me marcaría como persona y como profesional.

 

SOLUCIONES RÁPIDAS

Cuando esa tarde le conté a mi jefe la historia, se convenció de que al día siguiente debía ir él para que yo no volviese a pasar por una situación similar. Pero no, no era lo que yo quería, ni mucho menos. Al día siguiente tenía que volver a enfrentarme con mis miedos, con mis mil aspectos a mejorar como profesional, necesitaba volverme a probar a mí misma.

 

APRENDIZAJES LENTOS

Y allí estaba, a las 8’30 de la mañana sola, no ante el peligro, sino “sola ante mí” para compartir un nuevo día de formación con ellos. Posiblemente en ese momento no era consciente de todo lo que tenía por aprender pero hoy en día sí. ¿Qué he ido aprendiendo de todo ello?

– Mi peligro no era estar “sola ante el peligro” sino “sola ante mí”, ante todo aquello que me quedaba por aprender y mejorar en mis inicios como formadora.

– El problema no era la soberbia del alumno, ni su forma agresiva de hablar, ni sus burlas implícitas, ni mucho menos, el problema era no tener la confianza suficiente en mí misma y dejar que su opinión me doliese. Es un alumno al que le agradezco enormemente que fuese crítico conmigo, que fuese atrevido, que me hiciese dudar de mí misma, porque tenía razón cuando pensaba que yo todavía no tenía la experiencia suficiente para hablarles con propiedad.

– He ido aprendiendo a escuchar, a analizar la opinión del otro, a no luchar por convencer, sino compartir opiniones y contrastar visiones del mundo.

Y he ido aprendiendo que continúo siendo una aprendiz de todos esos aprendizajes…

 

RETO DE LA SEMANA:

Esta semana me gustaría que busques un reto o un desafío que sientas que se te queda un poco grande y que te lances al vacío con un paracaídas de dudosa procedencia. NO te pido que saltes desde una altura tan alta que te puedas matar en la caída, tan solo una altura que te pudiera hacer el daño suficiente para llorar solo unos minutos y a partir de ahí busca cuántos aprendizajes puedes encontrar…¡a saltar!

¡Nos vemos la próxima semana!

Reme Egea
Reme Egea
Maestra de Educación Física, Formadora en Habilidades Directivas y Gestión de Equipos, Psicóloga, Creadora del proyecto educativo "Con los pies en el aula", Conferenciante, consultora y socia de Proformación S.L.

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